En el ojo tenemos un nervio llamado óptico, que se encarga de que las imágenes se transmitan desde la retina hasta el cerebro para que éste pueda interpretarlas y las veamos correctamente.
Dentro del globo ocular tenemos un líquido, el humor acuoso. Este líquido en condiciones normales no se acumula pues existe un sistema de drenaje que lo elimina.
Sin embargo, hay veces que el mecanismo falla y no puede salir el líquido, lo que hace que se acumule provocando que aumente la presión dentro del ojo o presión intraocular (PIO), y se pueda alterar la estructura del nervio óptico.
Según el National Eye Institute, ¡8 de cada 10 personas latinas/hispanas que tienen glaucoma, NO LO SABEN!
En su estadio inicial el glaucoma no da ninguna señal. Es imposible notar que se tiene, a no ser que se detecte mediante un examen oftalmológico.
Es en estadios más avanzados, la persona empieza a sospechar que algo no va bien porque nota una pérdida de visión por la periferia, como si viese a través de un túnel. Si no se pone remedio, la capacidad de ver se va perdiendo de forma progresiva. Etapas finales llevan a la ceguera irreversible.
El daño del nervio óptico debido a un aumento de la presión intraocular es una patología calificada como grave, ya que no es posible recuperar la visión que se ha perdido hasta ese momento.
Lo habitual es que el problema afecte a ambos ojos a la vez, aunque puede darse la situación en la que solo un ojo esté dañado. La afectación bilateral puede llegar a limitar la vida diaria de quien lo sufre al quedarse progresivamente sin la visión de ambos ojos.
Aunque una presión intraocular elevada (lo normal es entre 12 y 22 mmHg) no siempre es sinónimo de glaucoma, obviamente hay que tener una estrecha vigilancia por ser un factor de riesgo para su desarrollo.
Se ha visto que las personas con hipertensión arterial son más propensas a padecer glaucoma.
Dado que no existe solución alguna para recuperar la parte de visión que ya se ha perdido, es importante la detección precoz de la enfermedad para evitar que progrese y empeore. De hecho, si se atiende de forma temprana, las posibilidades de ceguera son mínimas.
Para lograrlo, la visita anual al oftalmólogo es esencial para todas las personas mayores de 40 años ( o antes si un familiar padece glaucoma), aun no teniendo ningún síntoma y viendo perfectamente.
Una vez diagnosticada, existen fármacos específicos, en forma de gotas, que frenan el progreso del glaucoma.
La cirugía en el tratamiento del glaucoma está indicada en los casos que no responden a la terapia máxima con 3 o 4 medicamentos, por intolerancia al tratamiento y/o por condiciones muy específicas del paciente. El objetivo de la cirugía es disminuir la presión intraocular.